Ir al contenido principal

Entradas

Un para siempre.

Ya no le tengo miedo a quedarme solo, ya he perdido al amor de mi vida un par de veces y aquí sigo, no he dejado de creer pero cada vez el corazón se ha vuelto más frío, más duro y más sensato. No quiero decir que ya no me volveré a enamorar, porque más rápido cae un hablador que un cojo, pero sí puedo decirte que ya no quiero enamorarme de quien sea, ya no quiero más heridas, ni provocarlas; ya no quiero más coincidencias e intentos fallidos. Y ya sé que uno nunca sabe lo que va a pasar, al final el destino es un hijo de perra y cupido otro, pero a mí me gusta pensar que la próxima vez será la buena, la próxima vez ya nadie terminará con el corazón roto. Yo no le tengo miedo a quedarme solo, te lo juro, pero ya no confío tanto en las personas, ya no me emociono tan fácil, ya me morí varias veces en esto del amor, por eso ya sólo quiero cafecito caliente, tranquilidad y un para siempre que sí dure lo que promete.

Tropezar, caer y levantarse.

Supongo que todos hemos sido esa versión que nos hubiera encantado mejorar para alguien, o esa versión muy bonita que alguien no supo valorar ni cuidar. También hubiéramos podido equivocarnos menos, haber tomado mejores decisiones, cometer menos errores, dar menos oportunidades pero incluso de lo que sale mal vienen las mejores lecciones. A lo mejor van a haber disculpas que nunca llegaron o que nunca tuviste la oportunidad de dar, te vas a tener que quedar con algunos «quizá» y otros «hubiera» atrapados en el alma, vas a tener que soltar algunos para siempre y quedarte con futuros que sólo van a existir en los suspiros en medio de tantos atardeceres. Y no sé, creo que a veces simplemente no es el lugar o la persona, que no estamos listos o no están listos, que nos hace falta sanar o un poco mas de amor o tranquilidad o sólo es un mal momento de tu vida y en esos momentos todo está de cabeza. Supongo que al final todos seguimos mejorando, ya sabes, tropezando, cayendo y levantándo...

El doble de guapa.

Yo sólo sé que eres la chica que los domingos se ve el doble de guapa,  que se prepara el cafecito sin prisa, que se olvida de todos los pendientes, o bueno, de los no tan importantes. Y volteas al espejo y ves una diosa en pijama, bailas un poquito, hoy no te acuerdas de la dieta, ni del ex, ni de nada, hoy simplemente eres feliz y qué bonita te ves siéndolo. Ya luego te entra la duda de si sales o no de la casa, pero al final las ganas de quedarte cobijada hoy ganan, pones una serie y dejas que pase el tiempo hasta que el atardecer aparezca, le tomas fotos y subes una historia con esa canción que no te sacas de la cabeza. Yo sólo sé que eres la chica que los domingos se ve el doble de guapa, y los lunes, y los jueves, y cada uno de los días donde pones tu tranquilidad, tu amor propio y tu sonrisa por encima de todo.

Un San Valentín cualquiera.

Hace ya algún tiempo que decidí estar solo, dejarme ya de tantas pendejadas y quitarme el miedo a la soledad, porque pues, en realidad no pasa nada si nadie llama o escribe, no pasa nada si tengo que esperar a que un buen amor llegue, no pasa nada si dedico el tiempo para mí. A veces pienso que le damos demasiada importancia al amor, o sea, sí está bien tener pareja, pero tampoco es lo único en la vida que vale la pena, y no me mal entiendas, soy un romántico de lo peor, pero ya me cansé de serlo con la persona equivocada. Y en este tiempo de soledad he aprendido que siempre habrá opciones, pero debemos tener el maldito de valor de decir que no a alguien que no llena nuestras expectativas, tener el valor de no conformarnos, tener el valor de no aceptar algo sólo porque nos gusta, o nos habla bonito, o cualquier otra borona de amor entre sus líneas. La mayoría de las personas complican el amor porque en realidad aceptaron algo que no les gustaba desde el inicio, algo que les daba dudas ...

A quien corresponda.

Tenía luz en sus ojos, su voz dulce y directa como el primer rayo de sol en la mañana, su magia era profunda, su elegancia su carta de presentación, su nobleza y lealtad sus más fieles compañeras. Su compañía era tan gratificante como el más bello atardecer en tu playa favorita. Sus ganas de salir adelante eran inmensas, sus manos expresivas y llenas de números, su estatura era la justa para alcanzar al infinito, siempre tan formal, tan auténtica en el mismo renglón, su sonrisa era tan cálida como un buen vino cerca del mar. Ella no lo sabe, pero cuando sonríe siempre el más feliz soy yo. Y como diría mi buen amigo García Márquez: "hay almas a las que uno tiene ganas de asomarse, como una ventana llena de luz."

Ya nadie hace el café como antes.

Nada luce igual.

Hay caricias que duran incluso después del roce.   Hay, a veces, personas a las que la distancia no puede separar.   Y escalofríos provocados por el calor de un abrazo.   Aún hay sonrisas de esas que parecen cualquier otro amanecer.  Algunas noches tengo la sensación de que el camino corto también puede ser el correcto. Que, por una vez, la felicidad no depende de llegar a ningún sitio, sino de disfrutar del lugar en el que estamos.  Solo hay que cerrar los ojos. Cerrarlos con fuerza y acordarse de lo bonito.  De la brevedad, del detalle, del momento.   De las manos que envolvieron aquel regalo. No se puede vivir como aquel que no recordó darse una oportunidad para ser feliz.  Y agarrarse a la esperanza.  Agarrarse con fuerza a las ilusiones.  Y seguir. Seguir, parar, tomar aire, respirar.  Mojarnos bajo la lluvia.  Y nunca, nunca creer que las cosas que se derrumban no puedan levantarse de nuevo. Nunca creer que lo triste dura...