Ibas a ser el amor de mis días, de mis noches, mi llamada favorita, mi notificación más anhelada durante el día; quería que fueras mi cocinera favorita, mi copiloto, mi compañera de viajes y aventuras, mi lugar seguro, mi paz y mi abrazo que me llenaba de vida. Sentirme en casa fue siempre tu mayor virtud, esos ojos negros expresivos que por siempre me encantaron, esa risa única que al escucharla una y otra vez, me derretía por completo.
Todo pasó tan rápido que el final también llegó de la misma manera, en ocasiones, querer tener todo bajo control nos hace perder las cosas más importantes y esta vez no fue la excepción. Te recuerdo cada día con un inevitable suspiro, te reconocí fácilmente como quien encuentra un faro lleno de luz, aprendí a quererte de repente, casi sin planearlo, me llenaste de ilusión y de miles de minutos al teléfono donde no había nada más importante que escuchar tu voz.
Y como dijo mi buen amigo Sabina:
Lo nuestro duróLo que duran dos cubos de hieloEn un whisky en las rocas,
Tanto la quería
Que tardé en aprender a olvidarla, diecinueve días
Y quinientas noches.
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