Las cenizas, el dolor prófugo
los insomnios cómplices
la noche sin sentido.
Canciones que daban sentido
y suspiros que acariciaban
sin temor a revivir lo sepultado
a desgarrar la piel.
Cada vez respiraba menos
pero calmaba más
la imposible necesidad
de sentir algo.
Me recuerdo tan falto de mí
tan seducido por caer
en el dolor constante
y la caricia fría.
Le perdí la práctica a la escritura
me deshice del hábito del poker
y de la mala costumbre de buscarte
me encontré, al fin.
Ahora después de tanto,
ni la pregunta de quién soy duele tanto más que la herida que pretende abrirse sin sentido.
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