La esperé con el alma inquieta,
con el corazón esperanzado,
con los ojos mirando al infinito atardecer
y los brazos anhelando poder estrecharla.
La espero cada bendita madrugada,
con la ventana abierta de par en par,
con la luz de la esperanza encendida
y de fondo una canción que habla
de lo que alguna vez nos quisimos.
Aguardo a su llegada sin aviso previo,
a que por las noches tenga frío
y en mi pecho busque abrigo,
para dormir abrazados bajo el cobijo
de la discreta Luna.
Aquí la espero con el alma desnuda
y el cuerpo expuesto a sus encantos,
la piel erizada al recordar sus caricias
y el corazón acelerado al revivir
aquellas horas de total entrega.
La he esperado en silencio,
sin pedirle que regrese,
sonriéndole a la vida
y llorando su ausencia.
Alma terca que no deja de repasar
los bellos momentos que compartimos,
y un corazón que suspira su nombre
con cada recuerdo, con cada latido.
Aún la espero... aún la quiero.
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