Tratas de mostrar tu mejor cara, fingiendo una sonrisa en frente de la cámara. En el fondo te sabes triste, con un dolor inimaginable, un dolor que asfixia y te hace poner en duda tu capacidad de salir adelante.
Si las fotos hablaran… ¿Qué tanto diría de ti esa imagen que acabas de subir? Quizá hoy te sentiste bonita y no cuestiono tu decisión de querer mostrarte como si no pasara nada, pero… ¿Qué pasaría si decidieras compartir ese dolor con alguien en quien confiaras?
Quizá puedas decir que no tendría las respuestas ni las soluciones para ese problema. Pero, quizá lo que necesitas más allá de una respuesta, un momento para conversar lo que pasa te permita darte cuenta que ese dolor es pasajero y que ese instante para hablarlo es una oportunidad para sanar.
A lo que quiero llegar es que te permitas sanar esa herida, que la cuides y la protejas, porque aunque tú no te la hayas hecho -o aunque sí-, dejarla a la suerte para que se cure por sí sola es como dejar la puerta abierta para que cualquier persona pueda entrar.
No te acostumbres a la herida. Hasta las más profundas cicatrizan cuando se atienden. No dejes que se infecten descuidándola y dejando que sane por sí sola. Atiéndela, escúchala y cuídala.
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