Conocí un amor distinto, de esos que no se olvidan ni en un día ni en mil noches, ella era pura, sencilla, auténtica, sonriente, dulce, paciente, valiente, hermosa, fascinante de pies a cabeza, y lo mejor es que ella era mía. Era bella entre bellas, mi tono de voz favorito, los ojos más hermosos que he visto. Era una mujer espectacular, digna de ver cada uno de mis días, tenía un corazón noble e inmenso, de esos que solo se comparan con un hermoso atardecer cerca de la playa. Ella era mi lugar favorito cuando mi día se oscurecía y también era el primer lugar al que corría para dar buenas noticias. Bella desde los pies hasta el alma, interesante como un buen libro, llena de misticismo como un buen vino, su cuerpo infinitamente fantástico, su corazón lleno de amor, un alma que da ganas de asomarse como una ventana llena de luz. Ella era uno de esos lugares donde quieres quedarte para siempre, los días malos ya no eran tan malos, los días buenos simplemente mejoraron. De sus labios salían solo palabras hermosas y risas contagiosas, de sus ojos respiraba paz, y en sus brazos encontré la libertad para ser yo mismo todo el tiempo. Ella no lo sabía pero vino en el momento justo a rescatarme, vino con todo su amor, me tomó entre sus brazos y todo en mí empezó a florecer y revivir.
¿Y sabes qué es lo mejor que pasa en esta historia?
Que todo lo que mencione en el pasado realmente me esta pasando hoy, y tenerle cerquita es lo mejor que me puede pasar en la vida.
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