Hueles a libro guardado, tierra mojada y te sientes como sabana fresca. Me cubres el cuerpo y te siento tan mía. Tu cabellos acarician mi pecho y tu cintura se siente tan mía.
Pero no quiero ser egoísta. Te quiero tan libre que ni tú sepas encontrar en los aires que huelen a ti.
Y aquí siempre es un buen día para ver tus ojos brillar. Llevas atardeceres mágicos en tu pecho y un poco de miel cada vez que tus párpados caen. Andas por la vida tan eterna y tan única, estás retando al universo y al tiempo porque tú nunca persistes.
Te crees sirena, hada, reina y hasta chef. Pero mujer como tú ninguna, y por mujeres como tú hay desdichados como yo: un poco abandonados, mal correspondidos, tachados de desquiciados y hasta insensatos. Pero no te confundas. No es que te siga por las calles. Yo solo te huelo cuando te pienso, te acaricio cuando te observo, te extraño en la soledad que habita desde que tú no estás.
Estás allá donde los brazos calientan solo por inercia. Estás donde los labios te tocan pero no te besan. Estás donde debes, pero no con quien quieres. Estás tan allá sin mi y yo sin ti. Estás y solo estás.
Mientras tanto: yo solo te suspiro.
Y te huelo cuando cae la lluvia,
y te recuerdo cuando la sábana ya no huele a ti,
y te extraño hasta cuando regresas con un café,
y dueles, dueles tanto que quisiera encerrarte
en el libro que jamás se escribió.
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