¿Soy solo yo el que nos sigue pensando o tú también extrañas que hablemos? Esa es la pregunta que me hago todos los días a toda hora. Aprovechando este viaje, te contaré algo.
La otra vez toqué unas manos y por accidente las confundí con las tuyas. Ese intento desenfrenado por volver a tenerte cerca de mí me hace tropezar sobre cuerpos que me recuerdan al tuyo. Sin embargo, al abrir los ojos aparece la decepción y se rompe la ilusión: No eras tú.
Es cansado fingir que te puedo encontrar en otras caricias. Es parte de mi rutina rondar por las calles buscando cualquier excusa para encontrar a una extraña que tenga los mismos ojos que tú. Sé que puede sonar hasta un poco enfermizo, pero jamás he hecho algo que la otra persona no quiera. Si en ambos existe un deseo, que suceda. De ahí no pasa.
Esta no es una confesión de un crimen ni mucho menos. Se trata de las locuras que hace un hombre enamorado y ahogado en la nostalgia de un amor frustrado. Ese amor al que algunos llamaron amor imposible yo le llamaría un amor de casi una década.
No sé si tienes complejo de universo, puesto que estás en todos lados. O si tienes complejo de tiempo, puesto que eres eterna. Tampoco tengo idea de la fase en la que estoy. Si solamente te extraño o si es el acecho de estos atardeceres que me hacen recordar tus manos bajo el cielo rojizo y un montón de desconocidos hablándome al rededor. Si es la nostalgia de recordar tu nombre y tu voz cuando busco algún culpable del insomnio que me acompaña. No tengo idea de lo que hicimos para que nos mereciéramos esto: El estar en el lugar no equivocado, -puesto que es donde tú debes estar-. Pero quizá sea el indicado para poder escribir esto, en caso contrario, no existiría.
Comentarios
Publicar un comentario