Llevo tiempo barajando la posibilidad de echarte de menos pero lo cierto es que cuando te pienso, sigo sin hacerlo.
No es a ti a quien echo de menos. No echo de menos tu olor, tu dulce mirada y mucho menos tu presencia. No echo de menos tu compañía, tus besos o tu cintura.
No echo de menos tu nombre, tu belleza traviesa ni las imperfecciones que te hacían terriblemente sexy. Terriblemente perfecta.
No echo de menos la uve prohibida, tu adorable voz y la forma en la que me hacías el amor.
No, no es eso.
No se puede echar de menos lo te quebrantó el alma.
Cuando terminas una relación sentimental, sea del tipo que sea, echar de menos y vivir en el recuerdo es algo que a muchas personas les imposibilita la capacidad de seguir hacia delante. Deciden vivir en un estado, donde el frío viento del invierno adormece el débil latir de sus corazones. Y quizás no se hayan dado cuenta de que…
CUANDO UNA RELACIÓN SENTIMENTAL TERMINA LO QUE SUELES ECHAR DE MENOS NO ES A LA PERSONA EN SÍ, SINO TODO LO QUE ELLA TE HACÍA SENTIR.
En mi caso es así y yo sí que te echo de menos.
Echo de menos todos esos sentimientos que me hacían volar hiciese el tiempo que hiciese. Echo de menos esas mariposas en el estómago, la magia de las primeras veces y las cosquillitas que desnudaban mi fragilidad desde el dedo meñique hasta la punta de mi nariz.
Echo de menos el mí contigo y lo que le contábamos entre risas a la luna. Echo de menos la melodía conjuntiva de los verbos que inventamos y tus mensajes de buenos días a las seis de la mañana.
Echo de menos el qué me pongo, la torpeza de mis pasos y las ganas de volver a verte. Echo de menos reírme a carcajadas, mi cara de idiota al pensarte las veinticuatro horas del día y el titubeo de mis pestañas cada vez que rozabas mis manos.
Echo de menos dibujar corazones en las nubes, tus inigualables detalles y contar estrellas. Echo de menos sentir el placer de dormirme entre unos brazos que hacían que todo mi mundo se parase. Echo de menos llegar a casa y respirar lo que viene siendo el olor de un hogar.
Echo de menos las canciones en el coche, los cientos de planes que no cabían en nuestras agendas, el vino que acompañaba a nuestras ricas recetas y los mensajes escritos en el espejo. Echo de menos los sueños que engrandecían mis labios y la ternura con la que mis párpados le daban las buenas noches a mis pupilas. Echo de menos los ojos con los que miraba al mundo y lo feliz que era bajo la ducha.
Echo de menos despertar pensando en ti y el querer con prisas seguir con el beso que en el alba dejamos para después. Echo de menos el olor a canela, el querer toda una vida a tu lado y el sentirtela mujer de mi vida.
Echo de menos decir TE QUIERO Y Echo de menos echar de menos.
Echo de menos amar. Porque lo cierto es que desde que te fuiste me siento incapaz de volver a hacerlo. De volver a sentir que amo a otra persona que no sea el recuerdo de lo que un día fue y nunca más será.
Yo no sé vivir (ni quiero) de otra forma. Yo no sé vivir la vida sin amar. Y aunque el verdadero amor empieza en uno mismo, cuando ya te amas, cuando te conoces, cuando te aceptas y te das la mano cada mañana, entonces ahí decides amar o no a otra persona. No es ninguna obligación ni doctrina ¡no! Es una forma de vivir. Una forma de sentir que excluye miedos y verdades que bailan en acordes infinitos. Y al menos la banda sonora de mi vida siempre estuvo acompasada de amores. Amores que hicieron de mí quien soy. Amores que dibujaron «Do-Re-Mi-Fa-Sol» en mi espalda; amores que pintaron mis lunares, derramaron mil lágrimas y hacían de mis días bonitas sonrisas. Amores que me hicieron inmensamente feliz y otras veces no tanto. Amores que durante todos estos años me han acompañado, me han hecho mayor, me han besado hasta el alma y amores como el tuyo donde la música…dejó de sonar para siempre.
Y aquí estoy, con mi taza de café con leche escribiéndote lo mucho que te echo de menos. Lo mucho que te añoro amor.
Te echo de menos.
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