Ojalá que nunca se nos acaben las tardes jugando a querernos, muriendo de risa y bailando una canción cualquiera como el pretexto perfecto para abrazarnos la tarde entera. Que vayamos por ese helado de pistacho que te provoca las más lindas constelaciones en tu sonrisa, escuchemos la lluvia caer en la ventana y nos echemos las cobijas encima para acurrucarnos la existencia. Y que el fenómeno de escuchar tu risa jamás se me acabe, que tus llamadas jamás paren de llegar, que tus “me avisas cuando llegues” jamás me falten y en esos memes románticos siempre sea mi nombre el que etiquetes. Pero si un día el destino ya no lo quiere, se nos atraviesa la distancia, nos perdemos entre descuidos o comenzamos a hacer poesía en otros labios, ojalá que nunca nos olvidemos lo bonito que nos calentamos el pecho y seamos motivo de sonrisa aunque nuestros hilos rojos al final se hayan desenredado.
Hace ya algún tiempo que decidí estar solo, dejarme ya de tantas pendejadas y quitarme el miedo a la soledad, porque pues, en realidad no pasa nada si nadie llama o escribe, no pasa nada si tengo que esperar a que un buen amor llegue, no pasa nada si dedico el tiempo para mí. A veces pienso que le damos demasiada importancia al amor, o sea, sí está bien tener pareja, pero tampoco es lo único en la vida que vale la pena, y no me mal entiendas, soy un romántico de lo peor, pero ya me cansé de serlo con la persona equivocada. Y en este tiempo de soledad he aprendido que siempre habrá opciones, pero debemos tener el maldito de valor de decir que no a alguien que no llena nuestras expectativas, tener el valor de no conformarnos, tener el valor de no aceptar algo sólo porque nos gusta, o nos habla bonito, o cualquier otra borona de amor entre sus líneas. La mayoría de las personas complican el amor porque en realidad aceptaron algo que no les gustaba desde el inicio, algo que les daba dudas ...
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