¿Qué pasa cuándo el sueño por el que luchaste y doblaste rodillas al fin llega?
Muchos no se preguntarán cuánto tiempo se pagó, ni pensarán cuánto sacrificio costó, no tienen porqué hacerlo, no les corresponde. Las opciones eran pocas, distantes entre sí; lo que si era cierto es que todo cambiaría. El clima, los tiempos, los atardeceres, la comida y hasta quienes te acompañan, sin embargo, las ganas de hacerlo mejor cada vez seguirán ahí cada vez más fuertes.
Me embargan tanto las dudas, dudas que tan solo las silencié por esta noche. Esta noche se celebra, se olvida extrañar y se brinda por un futuro más lleno de color, ese futuro donde ya Jesús tiene todo preparado.
Hay un segundo en la cena que lleva su nombre, hay un suspiro entre el brindis y el postre, era tanta la felicidad que no me percataba de que preferiría celebrar juntos, y aunque la noche pinta ser entretenida, no hay nada que se me antoje más que un café, sí; el de sus ojos.
Por lo pronto disfrutaré el momento, y aunque las letras no son su fuerte, en medio de pasta y estrellas podemos celebrar que éste será el poema que leerá esta noche mientras yo la pienso y la echo de menos entre el deseo interminable, de que ojalá estuvieras aquí.
No todo el mundo tiene ganas de lastimar.
No todo el mundo descarta y se aparta.
Por ahí hay alguien sintiendo lo mismo.
Por ahí hay alguien con ganas de hacer las cosas bien.
La espera no desespera,
siempre viene algo mejor.
Y ese algo en ocasiones es paz, es libertad, es vientos frescos, es nuevas ideas, retos, y piensas que no mereces tanto, que no has hecho nada bueno para obtenerlo. Y es que precisamente así funciona la Gracia.
No se entiende, solo se disfruta.
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