!Detente, detente!, no paraba de decirme con sus labios, pero sus ojos y todo su cuerpo no dejaba de moverse al vaivén de cuerpo, yo sentía como si un ciempiés o una araña se clavara en su hombros, y se aferrara a mí.
—Puedes ser un poco más salvaje —dijo ella con un tono excitante y me embistió de nuevo con sus besos.
Sus gemidos en mi oído han sido la poesía más erótica y prohibida que he escuchado, no podría describirla en hoja y papel.
Solo fue recibir de ella esa orden, y la tumbé sobre la cama, y mis manos grandes sujetaron sus caderas. Me abalancé sobre su espalda y ella empujó su delicado y espectacular cuerpo contra mi entre pierna y nos conectamos sin la más mínima dificultad. Ella me veía a través del espejo que estaba justo delante de nosotros, su rostro tan perverso no hacía más que invitarme a devorarla. La luna entraba sigilosamente por la ventana y con su luz iluminaba nuestros vestidos desnudos, llenos del éxtasis que provocan nuestras pasiones intensas.
Después de unos minutos, de lucha desenfrenada, dónde ella me devoraba y me mordía la piel buscando mi climax; y dónde yo la ahorcaba un poco y después la besaba con ternura sabedor que así le gusta a ella morir en mis brazos. Pudimos terminar, su vientre se estremeció con fuerza — primero no dejaba de agitarse y luego se endureció tanto que pensé iba a gritar y yo con mis manos entumidas la retuve por un largo tiempo. No quería que todo eso terminara, pero cayeron nuestros cuerpos envueltos en un cansancio y placer confundidos.
Hoy estoy escribiendo todo esto, después de despertar en sus manos y poder beber su aroma tan suave y lindo. Ella no sabe que la estoy viendo a los ojos y robando de su ser todas estas palabras, y mejor dormiré de nuevo en sus brazos. No vaya a ser que se moleste porque ella odia que la deje de abrazar cuando despierta por las mañanas.
¡Hasta pronto!
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