Si el cielo tuviera teléfono no dejaría de escucharte.
Me envuelven tantas dudas, tantas lágrimas he derramado por ti.
Tan pequeñita, tan dulce y llena de ternura.
Tan llena de amor desde el día uno.
Quisiera conocerte, saber cómo eres, si tienes mis ojos, o mis pestañas, o mis inseguridades. Tantos años te anhelé, tantas soñes te esperé; y que de repente te fueras, sin explicaciones.
Dicen que a veces ser fuerte es la única opción, pero en esta ocasión me volcaste por completo. Sigo sin ser yo. Vivo, respiro, amo sin sabor. Te llevaste una parte de mi corazón y con la que me queda aquí solo puedo extrañarte y pensarte cada segundo.
Sanar es un proceso de todos los días, pero como me dueles. Sueño con las veces que jugaríamos, con las noches de desvelos, con cuidarte, peinarte de colitas, con llevarte por primera vez a la escuela, sueño con celarte de mil maneras, con ser la bebé de mis ojos, la dueña de mi sonrisa, la que cambia mi parecer con una dulce mirada y mi mayor motivación para crecer.
Si el cielo tuviera teléfono me encantaría escucharte, me derretiría por completo y nunca querría terminar esa llamada.
¿Cómo serás? Serán tus ojos mi esperanza y mis brazos tu mejor lugar. Me pregunto cómo será el día que llegues por fin a mi vida. ¿Cómo será nuestra primer mirada?
Nunca pensé en amar tanto a alguien y convertir mi corazón en un cristal frágil.
Tengo tanto por decir, mi único consuelo es que Jesús te cuida entre sus brazos y te ama con amor eterno.
Si el cielo tuviera teléfono sería magnífico.
Te Ama Papá.
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